viernes, 19 de noviembre de 2010

2. CUENTO: " Los hombrecillos del semáforo"

Había una vez un niño llamado Marcos que iba paseando por las calles de su ciudad. De pronto vio una tienda de gominolas en la otra calle, y como tenía muchas ganas de comer unas cuantas quiso ir hasta la tienda.


Marcos estaba muy atento mirando el semáforo para poder cruzar la calle, de repente le pareció escuchar al semáforo que hablaba.
“Me parece que tantas ganas de comer chuches me han trastornado un poco la cabeza” dijo Marcos.


Miró otra vez al semáforo y se dio cuenta de que el hombrecillo de rojo lo estaba llamando.


“Debe de funcionar mal el semáforo” Pensó Marcos, y se acercó para oírlo mejor, entonces el hombrecillo de rojo le empezó a hablar.
¡Buff! Estoy muy aburrido… ¿Quieres hablar un ratito?
Marcos no se podía creer lo que estaba pasando, pensaba que alguien le estaba haciendo alguna broma y miró para todos los lados pero no había nadie, sólo estaban él y el hombrecillo de rojo. Entonces dijo el hombrecillo de rojo:
-  Venga Marcos, antes de que aparezca el hombrecillo de verde cuéntame algo- dijo el hombrecillo de rojo.
Marcos no se lo podía creer y le dijo:


-  ¿Realmente me estás hablando a mí?


-  ¡Claro que sí melón! Ayyy me voy, me voy, ¡adiós!- y el hombrecillo de rojo desapareció.
Entonces se iluminó el otro hombrecillo, el de verde, que gritaba a todos los peatones:
 
-  ¡VENGA VAMOS PASAD, PASAD TODOS! ¡RÁPIDO, VAMOS PASAD! ¿Y tú no cruzas Marcos? ¡Vamos rápido cruza que me voy! Me voy… ¡Adiós!- dijo el hombrecillo verde, y desapareció.
Marcos estaba asombrado. Era normal, nunca había prestado tanta atención al semáforo de peatones. ¿Cómo se iba a imaginar que los hombrecillos hablaban?
Todos los peatones habían cruzado y un señor se quedó mirando a Marcos preguntándose por qué no había cruzado. Pero es que Marcos estaba tan entretenido que se quería quedar un rato más a hablar con el hombrecillo de rojo.
¡Eh! ¿ Tú por aquí? ¿Qué no has cruzado? Bueno, pues ahora no puedes cruzar porque estoy yo, así que… hablemos de nuevo- dijo el hombrecillo de rojo.
En ese momento, Marcos vio a un muchacho que tenía mucha prisa…



¡Ehhhhhhhhhh! ¡Paraaaaa!- gritó el hombrecillo de rojo. Pero el muchacho no lo escuchó y fue a cruzar la calle.
¡Menudo desastres se armó! Como venían varios coches y, para no atropellar al muchacho, frenaron de golpe y se chocaron unos con otros. ¡se armó un lío tremendo!


- ¿Ves? ¡¡Has visto que te dije!!- le dijo el hombrecillo de rojo a Marcos, mientras desaparecía, para darle paso al hombrecillo de verde.


- ¡Madre mía! ¡Menudo desastre!- dijo el hombrecillo de verde- ¿Por qué no esperó un poquito hasta que apareciese yo?


Marcos vio como llegaban las ambulancias, había gente enfadada, gente triste, coches rotos y en la cara del muchacho mucho susto, nunca se olvidaría de ese día…


Los hombrecillos del semáforo siguieron haciendo su trabajo de aparecer y desaparecer y de cuidar a los peatones. Y aunque algunos no les presten atención, ellos siguen trabajando por nuestra seguridad.

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